No sé si sea pura pendejada del
destino o qué, pero siempre terminamos enamorándonos de las personas menos
indicadas, de las personas que tienen todo un lio en el corazón, de aquellas
que no pueden estar con nosotras, de aquellas que nos quieren, pero no de la misma forma.
La verdad no sé cómo explicar
este fenómeno, estoy segura que todas hemos estado ahí y que tampoco podemos
explicarlo hasta ahora, pero pasa (espero que no sea muy a menudo) y debemos
saber lidiar con ello, pero ¿Cómo?
Yo (por poner un ejemplo) vivo
eternamente enamorada de este chico a quien le llaman Chata; le conocí cuando
tenía tan solo 11 años y por tanto ya llevo media vida en este idilio. Aun no
entiendo muy bien que vi en él, no es un
Adonis ni menos un modelo de bóxers Calvin Klein; es un chico real (para nada
el príncipe azul que todas esperan) algo flacucho, delgado, sin músculos
pronunciados, de cabellos negros y algo crespos, tez trigueña, ojos marrones,
sonrisa sincera, podría continuar pero creo que ya se entendió mi punto.
Chata es el mejor amigo de mi
primo y me lleva por 6 años; 6 años también es la edad del hijo que tiene con
su novia de secundaria (aquí se empieza a complicar todo) con la cual no tiene
una relación sentimental actualmente (ya hace bastantes años en realidad) y
tampoco se llevan tan bien, ella tiene a su hijo viviendo en la capital y él
hace lo posible por enviarle dinero suficiente para que no le falte nada, en
fin, él ya es padre de familia.
Aquella vez en que le conocí era
una niña y por tanto no paso absolutamente nada entre nosotros, pero el
travieso destino se encargo de reencontrarnos una noche de discoteca hace ya
más de 4 años; aquella hermosa noche en que el estúpido amor andaba nublando el
aire alrededor de nosotros (y de algunas parejas más) y entre risas y salsa la
noche paso rápido. Ya era momento de volver a casa y él fue quien me llevo
hasta la puerta de ella, y ahí, justo en la puerta de mi casa, fue donde todo
cambió, él acerco sus labios, los míos sonrieron, y se juntaron nuestras almas
para siempre. Lo siento, no pude evitar la cursilería (jajaja).
Nunca tuvimos una “relación”, nunca hablamos al respecto,
nunca nos hicimos ningún tipo de pregunta, nunca nos reclamamos completamente
nada, todo era simple y sin drama, nos sentíamos muy cómodos uno con el otro,
como si nos conociéramos de toda la vida o de alguna vida anterior, éramos
completamente sinceros porque no teníamos nada que perder, cada uno tenía
completa independencia y ninguno se sentía obligado de ninguna manera, el
cariño estaba sobre entendido, sin cursilerías ni sentimentalismos, era algo
raro y en su estado puro.
Quizás ésta situación, la anteriormente
explicada, fue la que no nos permitió construir algo sólido, lo nuestro era (y
es) algo tan denso, estábamos juntos
pero no lo estábamos, si andábamos muy ocupados, llevábamos lo nuestro a
segundo plano y seguíamos con nuestras vidas; porque, por más extraño que
parezca, el destino siempre nos volvía a encontrar, y sin mayor explicación ni
intercambio de palabra retomábamos lo nuestro, como si nada nunca hubiera
pasado.
A pesar de todo esto hemos
logrado mantenernos cerca (figurativamente) durante todo este tiempo, aunque él
este lejos o yo este demasiado ocupada, a pesar de algunos giros de la vida y
cambios de planes de último minuto, nunca nos hemos dejado de lado, no nos hemos
olvidado uno del otro ni de lo que hay entre nosotros, no nos hemos dejado ir
hasta ahora.
Él está trabajando en otra
ciudad, donde vive su madre; yo estoy atrapada en esta ciudad hasta que termine
la universidad, que será bastante pronto; aun así estamos en contacto
constante, los celulares y el internet nunca fueron mejor utilizados en
nuestras vidas.
Hace un tiempo hablamos por
primera vez sobre lo nuestro, nos confesamos algunas cosas que ya
sospechábamos, como que siempre nos quisimos de verdad, que es cierto que
nuestra historia empezó cuando yo tenía 11 y él me saco a bailar esa salsa que hasta
ahora sigue siendo mi favorita, que nos extrañamos mucho y que deseábamos tanto
estar uno al lado del otro; y todo se sintió tan real, y porque no, quizás lo
sea; no es necesario etiquetar algo de manera convencional para que sea real.
En fin, no debería estar
enamorada de éste chico, pero hablando con mi mejor amigo Mansito llegue a la
conclusión de existe una muy alta probabilidad de que Chata sea el amor de mi
vida, aunque suelo negarlo y decir que no puedo enamorarme de él, no, no;
aunque sé que ya es muy tarde para pensar en eso.