viernes, 13 de enero de 2012

¡Sácate El Clavo!


Hubo una época, algo corta en realidad, en que me gustaba mucho un amigo mío; él era  muy lindo, simpático y muy coqueto, me tenía muy distraída y empezaba a afectar mi vida, entonces decidí tomar cartas en el asunto, aproveche mi poca vergüenza y empecé a coquetearle descaradamente, él por su naturaleza me respondía, entonces entendí que podíamos estar en este juego muchísimo tiempo.

Era hora de dar un paso más, así que le dije para salir un día solo los dos y a él le pareció una buena idea; entonces teníamos una “cita” y yo me sentía muy ansiosa por ella.

Nuestra “cita” fue genial, nos encontramos por el centro, los dos muy lindos y arreglados, andamos abrazados por las calles buscando un lugar donde tomar unas cervezas, nos sentamos en una mesa para dos, no paramos de hablar y reír y tomar una tras otra tras otra cerveza, y llego el momento en que nos miramos a los ojos, nos sonreímos y acercando los labios nos dimos ese gran beso esperado; desde ahí la noche paso muy rápido entre música, bailes, besos, risas, más bailes, besos y más besos.

Como éramos amigos y compañeros en la universidad, el primer día de la siguiente semana volveríamos a vernos, entonces decidí como manejar esta situación; como solo salimos una vez creí que era mejor no complicar nada y cuando llego el día de volvernos a ver éramos nuevamente amigos, los de siempre; lo que paso entre nosotros se quedo entre nosotros.

Todo parecía haber vuelto a la normalidad a excepción de algo que en mi iba cambiando. Yo siempre he sido muy distraída, aún más cuando se trata de descifrar mis propios sentimientos y emociones, por lo que no me di cuenta de esto antes, cuando aún era algo manejable, y me di cuenta algo tarde.

Lo que pasó es que este amigo mío empezó a gustarme de más, demasiado diría yo, no podía dejar de pensar en él, cada vez que estaba a su lado me sentía de forma diferente, me sentía bien, muy bien. Debía hacer algo y rápido, no podía seguir así, como lo dije en un inicio, empezaba a afectar mi vida cotidiana, entonces solo encontré dos salidas, una mejor que la otra, o le decía lo que sentía o lo callaba para siempre y olvidaba todo.

Adivinen que elegí.

Y si, decidí decírselo; todos los días era El Día de decírselo pero siempre pasaba algo que no me dejaba hacerlo, entonces lo analice bien y pensé que quizás ya no era tan importante y estaba a punto de dejarlo así, pero la ansiedad crecía; al final el destino y el anhelo encontraron la forma de darnos un momento a solas, aproveche y se lo dije; no fue gran cosa, solo le dije que me gustaba mucho y me sentí sin un gran peso encima, más liviana, más ligera, mejor.

En realidad mi objetivo no era llegar a tener una relación con él, solo quería decirle lo que sentía, sacarme el calvo; lo que vino después es otra historia;  siempre fuimos buenos amigos y después de esto seguimos siéndolo, podría decir que hasta más cercanos que antes.

En fin, lo que quiero transmitir con esto es que nunca está de más decirle a esa persona que te gusta, por el simple hecho de hacérselo saber, lo que pase después ya será otra historia ;)

¿Qué dices, te arriesgas?

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