A que tú eres una de las tantas a
quien de niña le contaron cuentos de hadas con príncipes azules y finales
siempre felices.
¡No te sientas mal!
Creo que casi todas las mujeres
(aunque algunas no lo quieran aceptar) han creído que en algún momento de sus
vidas, en un giro del destino, un giro muy romántico por supuesto, llegaría el
hombre perfecto, de esos con un cuerpazo, sonrisa perfecta, mandíbula marcada y
educadísimo, culto y que nos trate como unas reinas y nos ponga el mundo a los
pies y bla bla bla…
Lo siento ¡tenía que dejar de
decir tantas estupideces! Y es que ya es hora de que te vengas a enterar de que
¡LOS PRÍNCIPES AZULES NO EXISTEN! Si, lo sé, esta información es un poco cruda
y quizás les cambie el mundo a algunas (espero no sean muchas) pero es la pura
verdad.
Es hora de dejar de vivir basadas
en cuentos de hadas, pisar tierra, ser un poco más lógicas y analizar mejor las
cosas.
Otro de nuestros errores es creer
que nuestra vida sentimental puede asemejarse a las películas de Hollywood, las
comedias románticas son eso: COMEDIAS; están ahí para entretenernos, hacernos
olvidar por un par de horas la vida real; pero al salir de la sala de cine
debemos volver a pisar tierra.
No digo que perdamos toda
esperanza en el amor y la vida, no debemos perder la ilusión NUNCA, pero creo
que debemos abrir los ojos y darnos cuenta
de que lo que nos contaron antes de dormir cuando teníamos 7 son CUENTOS;
y no querrás que a estas alturas de la vida vengan a contarte cuentos ¿o sí?
Entonces como primer paso debemos
hacer lo siguiente:
Primero debemos grabar muy bien
en nuestras cabezas que los príncipes azules y galanes de película son
personajes de FICCION.
Después de tener esto muy bien
grabado podremos fácilmente matar a los príncipes azules que nos han vendido
toda nuestra vida para así poder finalmente ver a los hombres como lo que son:
Seres humanos de carne y hueso,
sin halos brillantes alrededor, ni chispita en la sonrisa; simples animales
(porque todos somos animales) con sentimientos y necesidades (no necesariamente
en ese orden y no necesariamente en
proporciones equilibradas) y en fin simples mortales como nosotras.
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